(24/12/2007) "Perdieron seis meses quejándose de que la transición era muy larga. Ahora llegan a las parlamentarias sin cerrar un solo acuerdo, como si ayer se hubieran enterado que iban a ser legisladores"
Aunque los legisladores de la oposición no desdeñan ninguna excusa para justificar la durísima posición que han asumido en el inicio de la gestión, el razonamiento del hombre del MPF no está alejado de la realidad imperante en la relación entre los nueve "legisladores de hierro" (como los denominó alguien habituado a parar la oreja en el recinto) y los seis oficialistas del ARI que, cuando ganaron la elección, pensaron que eran casi un plenario y hoy descubren que les falta todo para imponer condiciones.
Más allá de los caprichos de unos y la prepotencia de otros, lo cierto es que el papelón que hoy está atravesando la Legislatura por una discusión que se tornó áspera desde el primer instante, tiene mucho que ver con la falta de contactos previos, un error estratégico enorme del partido gobernante que no aprovechó los ciento cincuenta días de espera para ir cerrando al menos un mínimo de acuerdos.
Cuando se habla de la falta de gimnasia de la gente del ARI respecto de ejercer el poder, lo que está pasando a nivel del parlamento provincial es un ejemplo claro de que no se nació sabiendo y a Fabiana Ríos y los suyos les va a costar mucho sudor, muchas lágrimas y un sinfín de frustraciones hasta que adquieran el manejo necesario para convivir con una oposición dispuesta a no ceder un paso y a no colaborar en absoluto con la gestión de aquellos que llegaron anunciando que tirarían por tierra todo lo existente en materia de política reinante en la provincia.
No puede extrañar, por ejemplo, que la enfática retórica de Verónica de María (cuya experiencia en la Constituyente Municipal fue demasiado corta como para que sirva de antecedente) haya sido arrollada por el ímpetu y la torpe pero simple lógica de un Velásquez que, después de cuatro años en la banca tuvo la soltura y la desfachatez necesaria como para explicarle que "esto es democracia y si no se tiene los votos, lo lamento mucho".
Pero más sorprendente -además de inoperante- resulta que otro parlamentario que lleva cuatro años sentado en una banca, como Manuel Raimbault, pretenda impresionar con un discurso henchido de soberbia, intentando exigir a sus pares que "voten las leyes que necesita el gobierno", fingiendo ignorar que está tratando con gente que no acepta exigencias, que sólo conoce la ley de la negociación dispar, muchas veces en la penumbra y que lo menos que tienen es voluntad de legislar por el interés de un gobierno que no les inspira la más mínima simpatía.
Bien de pocos, mal de muchos
Sumados la falta de destreza de Raimbault -cuando presidió la sesión inaugural- y la incapacidad negociadora del bloque completo, el resultado ha sido catastrófico para el ARI en la Legislatura y amenazante para la gobernabilidad. Se perdieron todos los cargos de dirección y ningún legislador arista conducirá comisión alguna, con lo que el poder de manejo del oficialismo se reduce a su mínima expresión. Y hay un agravante: la imprevista (pero explicable) cohesión de las tres bancadas opositoras promete mantenerse en el futuro, cada vez que se discutan temas claves para llevar adelante el controvertido proyecto de gobierno, la "revolución en paz" como lo calificó la Gobernadora Fabiana Ríos el día de su asunción.
Tamaños desencuentros, y las trabas que se pueden imponer a la acción de gobierno, no sólo son un dolor de cabeza para el gobierno; como se ha visto antes (cuando los legisladores de entonces le convirtieron la gestión en un infierno a Jorge Colazo) la propia gobernabilidad empieza a ponerse en juego, con el perjuicio consecuente para la provincia toda. Cuando Colazo había caído, fue Luis Velásquez quien se sinceró confesando que algunas leyes habían sido dictadas con el único afán de echarlo del sillón de gobernador. Nada lleva a pensar que aquella falta de escrúpulos pueda declinar ahora, cuando quien gobierna está todavía más enfrentado ideológicamente a la manera de pensar de los nueve "legisladores de hierro".
Aprender del fracaso
Pero si en términos jurídicos se dice que "nadie puede alegar su propia torpeza", el mandato es más válido aún en términos de esta política semisalvaje a la que asistimos absortos los fueguinos.
Los funcionarios y legisladores del ARI no pueden ignorar de qué se trata esto de imponer condiciones en el ejercicio del poder. No desconocen tampoco los puntos que calzan aquellos con quienes les ha tocado negociar, los que representan a la oposición por mandato de las urnas.
Entre las enormes responsabilidades que conlleva el ejercicio del gobierno también está implícita la necesidad de encontrar los caminos del consenso, el entendimiento y la convicción para abrir caminos de gobernabilidad. Por soberbia, inexperiencia o desidia, el ARI perdió muchos meses prometiendo un vuelco total en la política sin intentar prever las dificultades que podía encontrar en los diversos cotos de poder, que no son pocos en la provincia.
Quizás los responsables de poner en marcha esa prometida "revolución en paz" sólo prestaron atención al problema que podían representar sus socios en la campaña, los sindicalistas estatales con quienes, de última, hablan casi un mismo idioma y pueden llegar a arreglos medianamente convenientes, aunque las discusiones serán permanentes.
Pero la realidad de gobernar va mucho más allá y el ARI en el poder lo está comprobando con toda crudeza. No bastaba con anunciar cambios radicales, había que abrirles las puertas a las decisiones y esto en democracia se logra con diálogo, no con un discurso fundamentalista, convencido y convincente, pero vacío de rigor fáctico si no se respetan las posturas ajenas, especialmente en aquellos sectores que se van a sentir perjudicados por los cambios.
Hoy, por la prepotencia de la oposición y la impericia de los negociadores del ARI en la Legislatura, la propia representatividad republicana ha quedado mal parada. Que una comisión clave como la Comisión de Presupuesto haya quedado en manos de la oposición -y de camaristas sin formación en la materia- es un despropósito y un riesgo enormes para el proyecto de gobierno que votó la mayoría del electorado.
Pero los problemas van a continuar y las causas seguirán siendo las mismas. La resistencia a algunas medidas -sacada a relucir por la falta de diálogo previo- han provocado una reacción destemplada del sector empresario que se resiste a ser carne de cañón en la aplicación del ajuste.
Se habló mucho de la inexperiencia del ARI para gobernar, se pidió también mesura y prudencia para ejercer el poder, aun con todo el apoyo de la sociedad expresado en las urnas. Quizás haya que ser insistente en este ruego.
Ni la soberbia del que gobierna ni mucho menos la intemperancia del que ejerce la oposición son buenas recetas para la democracia. La sociedad de Tierra del Fuego espera que todos se pongan a trabajar por el bien colectivo, no de algunos privilegiados o el interés de los detentores del poder. Si los legisladores siguen burlándose de este pedido -y hasta de la sentencia condenatoria expresada en las urnas- nada bueno puede esperarse de estos representantes del Pueblo.